PACO
PORN STAR
El tiempo iba pasando y el desaliento de Paco crecía
mientras su autoestima disminuía y se le instalaba un hierro ardiente en el
pecho. Tras caducar el subsidio de desempleo hacía dos meses, ya no podía
satisfacer ni el menor capricho de Carmi. Y eso que ella había reducido el tono
de sus exigencias aunque sin renunciar a ellas. Hasta tres o cuatro meses
atrás, Carmi solía decirle “Tienes que comprarme tal cosa o cual otra”; ahora,
ya casi nunca decía “tienes”; se limitaba a decir “deberías” la mayor parte de
las veces. Pero la renuncia al verbo imperativo conllevó el aumento de sus
“dolores de cabeza” como pretextos y el espaciamiento de su aceptación del sexo
con él. Se había distanciado, y Paco necesitaba ansiosamente recuperarla, no
sólo porque la quería; también, porque su cuerpo ardía y se derretía, sobre
todo de noche. .
Debía encontrar un trabajo, porque hacía tres o
cuatro semanas que había decidido delinquir por ella y no había sido capaz.
¿Cómo se asaltaba una tienda? ¿Cómo se convertía uno, al menos, en ratero de
gran almacén? Era muy acuciante el ayuno sexual a que lo sometía Carmi. Paco
era un hombre fuerte y apasionado; poseía gran apetito erótico adobado con un fuerte atractivo viril, un apetito que ahora
estaba convirtiéndose en padecimiento, un fuego que lo consumía, porque su
obsesión por Carmi representaba también enorme indiferencia hacia las demás
mujeres. Estaba perdiendo el control día a día. Sudaba en la cama por sus
deseos insatisfechos y los sueños que por convertirse en pesadillas no le
proporcionaban siquiera el desahogo de poluciones involuntarias y ya no era
capaz de contener ni disimular sus erecciones en todas partes, el autobús, la cola
del banco, la del supermercado… En todas partes vivía del tormento al rubor. No
tenía más remedio que encontrar una solución.
Revisaba meticulosamente las secciones de ofertas de
trabajo de los periódicos de anuncios clasificados; muy pocas ofrecían de veras
trabajo, se trataba casi siempre de anuncios de algún “sistema” para ganar
dinero mediante “pequeñas inversiones” o pagando por el ingreso en determinadas
páginas de internet, que al final resultaban ser fraudulentas y despiadadas incitaciones
a entrar en páginas de casino, cuando no invitaciones a prostituirse. No había
ninguna posibilidad de conseguir un empleo, tenía que reconocerlo. Y jamás
sería capaz de emigrar, porque su obsesión de conseguir un sueldo era
consecuencia de su obsesión por Carmi, ya que sus padres cubrían sus
principales necesidades vitales, pues le daban todavía una cama y la comida, y a
Carmi no la tendría en otro lugar. Pero tampoco sus padres estaban en
condiciones de ayudarle; no podían hacerle un préstamo para ninguna iniciativa
ni podían siquiera avalarle un crédito.
Padecía insomnio aunque sólo contaba veintisiete
años. Siempre probaba a masturbarse a la hora de acostarse, pero le quedaba
siempre tal frustración y sentimiento de soledad, que pocas veces se decidía a
hacerlo.
Últimamente, cada vez que le suplicaba a Carmi lo
que ella se resistía tanto a darle, se le escapaban tonos lastimeros a pesar de
querer disimularlos. Estaba perdiendo la dignidad.
Tras pasar una noche de sueño alterado y pesadillas
inclementes, se levantó una mañana muy temprano para revisar las ofertas de
trabajo antes que nadie, no fuera a presentarse una oportunidad en la que otro
se le adelantara. Tras varios repasos desalentadores, se fijó en una oferta que
no había visto anteriormente: “Buscamos hombres fuertes y bien dotados, que
quieran actuar en películas para
adultos”. Había que escribir a una dirección de internet y mandar fotografías de
cuerpo entero en slip, una de frente y otra de perfil. ¿Cómo iba a mandar por
las buenas fotografías casi desnudo, a una dirección anónima? Además, no
disponía del sistema digital necesario para ello. Ni se sentía capaz de actuar
en una película que seguramente sería pornográfica.
Caviló sobre ese anuncio tres o cuatro días, porque
lo seguían publicando mientras su desesperación crecía y su resistencia iba
aflojándose. Llevaba más de una semana sin sexo con Carmi; caviló que actuar en una película de tal clase podía actuar como
sustituto y representar un alivio. Pero… ¿podía hacerlo? Por otro lado, no imaginaba
que a Carmi le agradase que él tuviera esa actividad, aunque solo fuera una
vez.
Pasados dos días más, con su angustia y su
desolación en aumento, resolvió que no perdería nada con intentarlo. Recurriría
a su primo Joaquín, que tenía ordenador y sabía mucho de informática; creía
recordar que también tenía cámara de fotografía. Con lo fanático que era
Joaquín de las tecnologías modernas, la cámara sería digital. No frecuentaba
mucho la amistad con ese primo, porque desde la adolescencia le parecía que no
era demasiado macho, pero qué otra cosa podría hacer. Lo llamó por teléfono;
tras explicarle lo que necesitaba y disculparse Paco por sus silencios, Joaquín
le dijo:
-Sí, con mi cámara podemos meter tus fotos en un
correo de internet, pero no tengo luces ni los flashes necesarios para tomar
fotos en interior. Tendríamos que buscar un lugar discreto al aire libre.
Medita a ver qué sitio se te ocurre y ven a buscarme el sábado que viene a
primera hora de la mañana.
Paco caviló mucho e inspeccionó con el coche los
alrededores de la ciudad, para descubrir el lugar donde poder hacer esas fotos,
lo que tuvo el efecto de permitirle descansar a ratos de su obsesión por Carmi
y su frustración sexual. Eligió un paraje que nunca había visitado antes, y que
le pareció que sería discreto. A las diez y media de la mañana del sábado
siguiente, llegaron los dos primos a un soto que bordeaba el río cercano a la
ciudad; un lugar muy alejado de cualquier población y distante varios
centenares de metros de la carretera. Lo recorrieron durante un largo rato, a
fin de que Joaquín encontrara un espacio abierto cuya iluminación considerase
conveniente.
-Aquí –dijo por fin-. Desnúdate.
-Pueden vernos desde la carretera.
-¿Tú crees que la gente conduce mirando hacia el
interior de los bosques como este? Además, ¿no pretendes trabajar en una
película porno? ¿Te vas acojonar por quedarte en calzoncillos?
-Has dicho “desnúdate”.
-Bueno, quería decir que te quedes en slip, pero
tampoco sería malo que te hicieras la foto desnudo, tratándose de lo que se
trata.
-¡No jodas!
-Venga, Paco, quítate el pantalón deprisa, porque la
luz cambia muy rápidamente a estas horas.
Inesperadamente, Joaquín disparó muchísimas tomas durante varios
minutos mientras le pedía que se girase o adoptara ciertas posturas. Tras una toma
de perfil, Joaquín preguntó:
-¿Estás empalmado?
Realmente, la prominencia del calzoncillo era
llamativa.
-¡Qué va, estás loco!
-Entonces, ¿todo eso es de verdad tu polla?
Paco enrojeció. Pero al mismo tiempo sintió un
ataque de vanidad que le impulsó a echar involuntariamente las caderas hacia
delante. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Podía tener una erección porque otro hombre
lo alabara? Escandalizado, se encogió de nuevo, mientras Joaquín comentaba:
-Si pretendes trabajar en el porno, deberías
depilarte el cuerpo.
Estupefacto, Paco bajó la mirada para contemplarse.
No tenía demasiado vello; sólo las piernas y los antebrazos eran medianamente
velludos, aparte de la parte superior del pecho y el típico cordón umbilical
propio de los hombres. No necesitaba depilar su cuerpo, ni ello le agradaría a
Carmi.
-Tú no estás bien de la cabeza.
-Es lo que está de moda en el porno en la
actualidad. Se depilan hasta la entrepierna.
-¡Qué tontería! Será en el porno gay.
Joaquín apretó los labios y tragó saliva. Le
sorprendía la imprevista clarividencia de ese primo medio desconocido.
-¡Qué va! Los machos del porno hetero también se
depilan.
-Pues yo no voy a depilarme. Sería la mar de
asqueroso. Si les gusta como soy, al natural, estupendo. Si no, yo no soy un
faraón egipcio.
Joaquín sonrió. No había tenido demasiado trato con
su primo, sobre todo a partir de la adolescencia. Le estaba sorprendiendo mucho
y por muchas razones y, en ese momento, supuso que Paco se había envalentonado
por el comentario sobre el abultamiento de su calzoncillo, porque se lo bajó
rápida y resueltamente, con movimientos muy rápidos, como si tratara de no
arredrarse a medias por querer mostrarse desnudo. Casi magnetizado, Joaquín avanzó
hacia él, agachado, para enfocar la magnificencia de su entrepierna.
-¿Qué haces? –se quejó Paco, pero no se movió.
-Tengo que hacerle una foto a tu polla, porque si
no, cuando nos vayamos voy a creer que he tenido una alucinación. ¿Sabes que es
formidable?
Paco calló. Se sonrojó al tiempo que forzaba su vientre de modo reflejo, como si quisiera
que la fotografía ganase en espectacularidad.
Terminada la sesión, volvieron al domicilio de
Joaquín. El ordenador estaba en su dormitorio; su primo le ofreció una silla pegada
al suya, pero Paco la apartó un poco. Sentía todavía una clase de prevención
que la lógica le decía que estaba injustificada; su primo no iba a intentar
agredirlo sexualmente. Trató de evocar cómo era Joaquín cuando jugaban de
niños; evocó que lo quería muchísimo entonces, y que el distanciamiento de la
adolescencia sobrevino, sobre todo, por los comentarios de sus padres acerca de
una supuesta debilidad viril. Ahora no sentía el mismo afecto por él que antaño,
le parecía un extraño de quien se apartaría en cuanto tuviera lo que
necesitaba. Y no se trataba de la sospecha de su homosexualidad, lo que no le
importaba gran cosa, sino porque realmente se habían convertido en extraños.
-Mira, han salido muy bien –comentó Joaquín
señalando la pantalla del ordenador.
A Paco le costó un poco reconocerse. A primera
vista, parecían fotos de un artista de cine, tanto había cuidado Joaquín los
enfoques, las luces y los ángulos. Cuando llegaron al primer plano del pene,
Paco dijo:
-Esa no la puedo mandar.
-¿Por qué no? Con esto, seguro que te contratarían.
-¡Qué vergüenza! Ni pensarlo. Guárdala tú, pero no
se la enseñes a nadie. Haz con ella… lo que quieras.
Enviaron las fotos por internet a la dirección que
figuraba en el anuncio. Como no disponía de ordenador, Paco reseñó su dirección
postal, por lo que esperó inútilmente una carta durante los siguientes diez
días.
Una noche, su madre le dijo al llegar:
-Tu primo Joaquín te ha llamado unas cuantas veces
esta tarde.
-¿Te dijo lo que quería?
-No ha querido. Me ha dicho que no necesitas
llamarlo y que vayas sin falta esta noche a su casa.
Extrañado, Paco cenó deprisa para evitar que la
madre de Joaquín lo convidara a comer y tuviera que aceptar. Mientras se
cambiaba de ropa varias veces antes de decidirse, se preguntó por qué intentaba
aparecer presentable; se dijo que no era lo mismo andar por la calle de día que
de noche. Era jueves; no creía que su primo llegase temprano a su casa una
noche de jueves, pero de todos modos fue. El primo Joaquín fue quien le abrió
la puerta.
-Menos mal que has venido. Tienes que ir por la
mañana…
Joaquín se interrumpió. Su madre estaba cerca.
-Vamos a mi cuarto –continuó Joaquín-. Quiero
enseñarte una cosa.
Paco lo siguió un poco escamado pero al cerrar la puerta
del dormitorio tras ellos, notó que el ordenador estaba encendido.
-Como mandamos tu respuesta desde mi correo, los
promotores de esas películas han respondido aquí, creyendo que sería el tuyo.
Tienes que presentarte mañana por la mañana.
-A mí no me han mandado ninguna carta.
-Claro, Paco. Si mandan el correo por internet, no
se preocupan de otras cosas. Lo importante es que te han respondido, aunque
todavía no digan que vayan a darte el trabajo.
-Me da un reparo… me acojona un poco.
-¿Quieres que te acompañe?
Paco miró a su primo mientras reflexionaba. Se había
preocupado por él, evidentemente, dándose prisa por encontrarlo para que no
perdiera la oportunidad. Sin duda, quedaba algo del cariño que se habían
profesado de niños.
-Sería estupendo. Contigo al lado, a lo mejor no hacen
nada raro.
-Joder, Paco; parece que temieras que quieran violarte… Con lo fuerte que eres y la pinta
de gallito que tienes, nadie se atrevería a provocarte, creo yo.
-Bueno, pero por si las moscas, ir acompañado será
más seguro.
-Vale, estupendo, iré contigo.
El local de la cita había sido en otro tiempo un
gran almacén de los ferrocarriles, de extensión enorme; el rótulo de la puerta
rezaba simplemente “Productora Elazaz y Marvin”. Joaquín se había callado todo comentario
al notar el cuidado que había puesto Paco para dar buena impresión. Toda su
ropa debía de ser lo que él consideraba lo mejor de su ropero. Se había
afeitado muy a fondo y el peinado mostraba trazas de un meticuloso trabajo de
decisión y aplicación de gomina. Ahora, en el momento de entrar donde lo
esperaban, decidió abogar todo lo que pudiera en su favor, puesto que
consideraba a Paco algo cándido y no muy batallador.
Tuvieron que llamar a un portero automático. Al
entrar, Joaquín observó la cantidad de grandes fotografías de hombres desnudos,
pero Paco pareció no fijarse; se desplazaba con la cabeza gacha, como si
anticipara una catástrofe. Joaquín se enterneció.
Llamado por una recepcionista muy madura, les
atendió un hombre de alrededor de cuarenta años; iba en camiseta de tirantes.
-¿Los dos venís por el anuncio?
-No –respondió Joaquín-. Sólo este.
-Ah muy bien. Yo soy el productor. Ven conmigo tú
solo, que tu novio te espere aquí.
Paco enrojeció.
-No es mi novio. Es mi primo, y solo no entro.
El hombre se encogió de hombros diciendo:
-Como quieras, tú mismo. Si no te importa…
Los condujo a una habitación de tamaño mediano,
donde solo había un sillón de orejas en el centro, tapizado de skay rojo.
-Tú te desnudas del todo y te sientas ahí –le dijo a
Paco y a continuación, a Joaquín: -Tú tendrás que quedarte de pie, pero pegado
a aquella pared y sin moverte.
-¿Desnudarme del todo? -preguntó Paco con tono
quejumbroso.
-¿No sabías que se trata de películas porno? Claro
que tienes que desnudarte del todo; detrás de ese espejo, hay una cámara que
estará filmando tu prueba, a ver cómo respondes. ¿Qué tipo de películas porno
te gustan?
-No comprendo –respondió Paco, mientras Joaquín,
asombrado, le daba un leve codazo.
-Tenemos que comprobar que funcionas bien –informó
el productor- ¿Te gusta el sado, lo romántico, lo muy guarro, los maduros o lo
juvenil?
-Me da igual.
Tras desnudarse Paco y sentarse con mucha
prevención, se encendieron un foco a cada lado y, al mismo tiempo, una pantalla
grande de televisión situada bajo el espejo. En seguida, comenzó una escena
pornográfica donde dos hombres jóvenes hacían sexo muy apasionadamente.
-¿Qué coño es esto? –exclamó Paco.
-Seguramente, se trata de hacer películas
pornográficas gay, Paco –observó Joaquín.
-¡Ni pensarlo! ¿Fíjate, cómo voy a excitarme con esa
guarrería?
Contradiciendo la exclamación, el pene de Paco
comenzaba a ponerse morcillón.
-Pues mírate –dijo Joaquín-, se te ha puesto grande.
Empiezas a excitarte.
-Será una reacción natural, pero yo no voy a hacer
esas porquerías.
Joaquín asintió con la cabeza. Reflexionó un momento
antes de decir:
-El porno gay es el que más paga a los hombres. Y la
mayoría de los modelos que actúan en estas películas son heterosexuales, como
tú; precisamente, los buscan con pinta muy de machos, parecidos a ti, porque es
lo que más vende. Y necesitan que sean muy eróticos, muy apasionados, como tú
cuentas que eres, para tener la seguridad de que no sufrirán gatillazos.
-Pues yo no… -Paco calló y volvió a mirar la
pantalla. ¿Sería verdad que esos hombres no eran gays? Parecían pasarlo muy
bien.
-¿Qué te importa? –continuó Joaquín- Al fin y al
cabo, venías dispuesto a tener sexo delante de una cámara por dinero; no hay
tanta diferencia, Y todos modos, sea gay o heterosexual, nadie de la familia va
a ver esas películas. Y si necesitas ganarte un poco la vida, ganarás mucho más
con el porno gay
-Pero… Imagina si la Carmi se entera…
-¿Por qué se iba a enterar? Ya que estás aquí,
decídete, que no vas a perder nada.
Paco volvió a mirar la pantalla. Cerró los ojos un instante, buscando
resolución en su ánimo, y volvió a fijarse en la película. Sentía una
angustiosa mezcla de impulsos, porque lo que veía lo considera repugnante, pero
su cuerpo estaba respondiendo. Ver varios penes muy erectos excitaban a todo el
mundo, incluidos los machos aunque fueran muy militantes, le habían dicho una
vez. Ahora llevaba más de dos semanas sin sexo, Carmi se había vuelto
inabordable, la masturbación le aburría mucho y la nostalgia de un orgasmo se
estaba convirtiendo en apremiante. A los cinco minutos, Joaquín sonrió, porque
el pene de su primo mostraba ya toda su llamativa y espléndida plenitud.
Pasaron sólo unos tres minutos antes de abrirse la puerta y entrar el productor
muy sonriente:
-Estupendo. Puedo darte un papel en una película que
vamos hacer el lunes y el martes. No te preocupes por la ropa, porque te la
proporcionaremos aquí. Vamos a firmar.
Paco se vistió deprisa, sintiendo un profundo
sonrojo. No podía hacerlo, tenía que salir de ese sitio. Notando su vacilación,
Joaquín le puso la mano en la espalda, empujándolo suavemente, mientras
murmuraba en su oído:
-Tranquilízate. Todo está bien, primo.
El productor le dio a leer el contrato tras anotar en
una casilla de la primera página, con letras de molde, el nombre de Paco.
Todavía dudó este un instante, pero Joaquín, sentado a su lado, tocó su rodilla
después de fijarse en lo que iban a pagarle por dos días de algo que no podía
llamarse verdaderamente trabajo. Paco firmó, pero sentía gran angustia. En
cuanto salieron del local, dijo:
-No voy a poder hacerlo, primo. Sería superior a mis
fuerzas.
-Ya has firmado, Paco. Tratándose de la actividad
que se trata, no creo que sean demasiado legalistas, pero a lo mejor podrían
buscarte las cosquillas si no cumples.
-Joder. Tendré que beberme unos cuantos pelotazos
antes de venir el lunes.
-No bebas, Paco. Un poco de alcohol puede estimular,
pero si te pasas, ni se te empina.
-¿Podrás venir conmigo? –el tono de Paco era
suplicante.
-¡Claro! Me saltaré la universidad esos dos días, no
te preocupes. ¿No quieres depilarte el cuerpo?
-Ese tío no ha dicho nada. No sé… ¿tú me ayudarías?
-Por supuesto. Si quieres, te afeito yo…
Paco apretó los labios. Si era cierto lo que
sospechaba hacía tiempo, sin duda Joaquín se sentiría muy complacido de hacer
eso. Pero al recordar a Carmi, se dijo que no sabría improvisar una excusa si
ella le daba la oportunidad de verlo desnudo.
-Prefiero quedarme como estoy, Joaquín. Si ese tipo
no ha hecho ningún comentario sobre mi vello, será que le gusta como soy.
-Vale. El lunes iré temprano a tu casa para
acompañarte. Antes, báñate con mucho cuidado y aféitate a fondo. Tus cejas… a
ver.
Joaquín le puso la mano en la frente.
-Tengo que arreglarte un poco las cejas. Iré a tu
casa una hora antes.
Joaquín llegó el lunes a la casa de los padres de
Paco a las ocho de la mañana. En cuanto entró, se dio cuenta de que Paco, que
ya estaba vestido, se había esmerado. Su pelo trigueño presentaba un corte y un
peinado muy a la moda; se había puesto una camisa roja de seda que permitía
apreciar su buen desarrollo muscular, y un pantalón blanco de tipo vaquero,
bastante ajustado. Le conmovió su afán de agradar a pesar de su cacareada heterosexualidad.
No esperaba encontrarlo así de bien; durante el desplazamiento para llegar a su
casa, había previsto que tendría que aconsejarle al respecto, pero no era
necesario; además, el productor les había advertido de que él proporcionaría la
ropa.
-Vamos a tu cuarto –dijo Joaquín-. Tengo que
arreglarte un poco las cejas.
-No irás a depilarme como esos tíos que van como las
mujeres.
-No te preocupes, primo. Sólo se trata de aclararte
el entrecejo y perfilarte un poco las puntas. Unos cuantos pelillos, nada más.
En cuanto llegaron a la productora, el mismo hombre
de la otra vez le dijo a Paco mientras le daba una cajita:
-Ten; desnúdate y ponte esto. Ve a prepararte en la
habitación del fondo del pasillo. En seguida irá la maquilladora.
-Primo, ven conmigo.
Ya en la habitación señalada, Paco abrió la cajita
antes de desnudarse. Se trataba de una especie de tanga muy pequeña. De color
rojo, sin parte trasera.
-Yo no me pongo esto –dijo Paco con tono terminante.
-Te lo pondrás por muy poco rato, Paco. Recuerda que
es una película porno donde estarás casi todo el tiempo desnudo; esto es para
los preliminares. Se llama jock, y es la evolución sexy de una especie de
suspensorio que usan los atletas en los Estados Unidos.
-¡Qué porquería! Me quedará el culo al aire.
-¿Y qué más te da?
Unos golpes en la puerta les anunciaron que la
maquilladora había llegado. Para sorpresa de ambos, apenas se detuvo en el
rostro de Paco; en cambio, examinó con mucha atención su cuerpo y fue
aplicándole maquillaje de diferentes tonos y lápices oscuros para resaltar la
musculatura del abdomen, las venas de los brazos y otros detalles. El productor
abrió la puerta diez minutos más tarde.
-¿Estás listo?
Paco cogió a su primo del brazo, para dejar claro
que irían juntos. El productor les precedió hasta una habitación bastante
mayor, con muchas luces encendidas. El único mueble era una especie de sofá
tumbona de color blanco, donde esperaba ya un muchacho desnudo, muy depilado
tal como aconsejaba Joaquín, y con una dotación erecta muy sorprendente en un
chico tan delicado. Junto a una cámara muy grande, había tres hombres. Viendo
que Joaquín les seguía también, el productor le dijo:
-Pégate a aquella pared y no te muevas. Si dices
algo, habla muy bajito- Dirigiéndose a Paco, añadió: -Ponte de pie casi sentado
en el respaldo del sofá.
En seguida, el productor fue junto a la cámara, y
desde allí continuó ordenándole a Paco:
-Mueve el hombro derecho y gírate un poco; haz como
si descubrieras de repente que ese muchacho, que se llama Gustavo, está echado.
Trata de poner cara de sorpresa.
Paco obedeció, pero exageró demasiado la supuesta
sorpresa. Tras ordenar “corten”, el productor volvió a su lado de un salto.
-No abras la boca como un bobo – lo decía mientras
forzaba el mentón de Paco-. Se trata de abrir un poco los ojos y mover los
labios. No te equivoques ahora ni me hagas perder tiempo.
Tras volver junto a la cámara y ordenar de nuevo
“acción”, está vez pareció quedar satisfecho con la expresión de Paco. La
cámara continuó rodando mientras el productor iba ordenando:
-Tira de los dos elásticos del “jock” y juega con
ellos… Bien. Ahora, ve bajándotelo muy lentamente… Eso, así despacio… Ahora,
mueve el muslo derecho por encima del sofá y, poco a poco, ve echándote encima
de Gustavo un instante, pero enderézate en seguida...
Tras mandar parar la cámara de nuevo, el productor le
indicó a Paco que se retrepara en el sofá y cerrase los ojos. A la nueva orden
de “acción”, sintió que el otro muchacho le besaba reiteradamente en el cuello
y después le lamía los pezones; en el primer momento, esa cálida humedad le
pareció desconcertante, pero poco a poco consiguió frenar su impulso de rechazarla
y escapar; minutos más tarde, decidió que esa caricia no era desagradable.
-Pajéate un poco –oyó que le ordenaba el productor.
Paco obedeció, pero el pene no. Oyó algunos
murmullos que no consiguió entender, y a continuación sintió que el otro
muchacho comenzaba a lamerle el pene. Carmi se resistía a hacerlo; las escasas veces que había conseguido
convencerla, sólo lo hacía muy brevemente; parecía repugnarle. Ahora, se admiró
por lo muy experta que aquella boca era. Abrió las piernas todo lo que pudo,
trató de relajarse y se representó mentalmente las escenas más tórridas que
había vivido con Carmi. Unos minutos más tarde, notó que conseguía la erección,
seguida de exclamaciones de los que estaban junto a la cámara. El productor le
dijo con tono de aprobación.
-Muy bien, Paco. Estupendo. Mantén los ojos cerrados
y deja que Gustavo lo haga todo.
El joven continuó su experto trabajo unos minutos. Inesperadamente,
Paco comenzó a sentir que podía eyacular y se puso a mover las caderas con
impaciencia. Los demás se dieron cuenta; Paco sintió una mano enérgica que le
abrazaba fuertemente el pene, casi dolorosamente, para impedir el orgasmo.
-Aguanta -dijo el productor-. Gustavo, hazlo ahora.
Paco, mantén los ojos cerrados.
Tras una nueva orden de “acción”, Paco advirtió por
el sonido que el tal Gustavo le enfundaba un condón y a continuación se sentaba
sobre sus muslos. En seguida, notó que el chico trataba de introducirse su
pene, pero al mismo tiempo tomó consciencia de que sentía sobre el vientre el
peso de la erección de Gustavo. De inmediato, su pene se contrajo.
-¡Joder! –exclamó el productor-. Y ahora, ¿qué?
Paco abrió los ojos. Era evidente que no podía hacer
eso. Tenía que salir en seguida, mientras escuchaba que el productor decía con
tono muy rajado:
-Eres como la mayoría de los heterosexuales; no se
te empina con un tío y no eres capaz ni de penetrar; va a haber que acabar haciendo
como con casi todos los que son como tú, penetrarte, que es para lo único que
valéis.
Paco se alarmó tanto, que hizo ademán de disponerse
a saltar del sofá y huir. Pero sonó de inmediato la voz de su primo Joaquín
preguntando al productor:
-¿Puedo ponerme detrás del sofá y hablarle a Paco?
Tras dudar un momento, el productor se encogió de
hombros diciendo:
-Bueno, a ver si consigues algo…; pero solamente esperaremos
diez minutos más, que el tiempo aquí cuesta dinero. No creo que tu primo
funcione, qué pérdida de tiempo. A ver qué puedes conseguir tú, pero habla lo más bajo que puedas. Venga,
Gustavo, retoma la acción y tú, Paco, vuelve a cerrar los ojos. Acción.
Paco
consideró que nadie podía describir lo que le recorría el pecho. Ni él mismo
podría. Repugnancia, anhelo de cumplir, náusea, deseo de no quedar en ridículo,
temor a decepcionar a Joaquín y cierta forma de parálisis; todo ello se
amalgamaba en su mente formando una especie de grito desesperado. Estaba seguro
de que no podía esperar nada más que redondear el fracaso. Pero comenzó a oír
la voz de Joaquín, que situado detrás del sofá, debía de haberse agachado en
una posición cercana a su cabeza, desde la que le llegase clara su voz en tono
muy suave:
-Anda… Paco, folla; tú puedes. Siempre he sabido que
eres el macho más macho y poderoso de la familia; no puedes fallar. Sé que no
vas a fallar. Estoy seguro de que harás en la vida todo lo que te propongas, en
cuanto te des cuenta de que la gente se detiene para verte pasar y caer a tus
pies. Pues, claro que puedes. Todos estamos orgullosos de ti.
Paco escuchaba solamente la voz de su primo; todos
los demás sonidos del plató enmudecieron para sus oídos. Sintió que sus ingles
se relajaban y que dejaban de pesarle tanto las piernas de Gustavo sobre sus
muslos. Empezaba a desaparecer el miedo.
-Siempre te he admirado –continuó Joaquín en el
mismo tono acariciante y sugerente-. Y también te envidiaba. Eres todo lo que a
cualquier tío de nuestra edad le gustaría ser. No es que te parezcas a Brad
Pitt, pero seguramente eres el muchacho más atractivo del barrio… y de muchos
kilómetros a la redonda. Y tú polla, bueno, tienes la polla más poderosa y
atractiva que he visto nunca, y te confieso que he visto muchas. Nadie se
quedaría indiferente viéndotela. Tú puedes, Paco. Eres poderoso…
Efectivamente, la erección volvió. Paco ansió
mentalmente que Joaquín no parase de hablar. Empezó a empujar las caderas y los
glúteos con fuerza, al tiempo que escuchaba que Gustavo se ponía a gemir de
manera mucho más estridente que Carmi, de modo que temió que podía desinflarse
de nuevo, pero Joaquín continuó, ahora en un tono un poco más alto, como
queriendo vencer el sonido de la voz de Gustavo:
-Nadie pondrá en duda jamás lo muy macho que eres.
Podrías cepillarte a media ciudad, y quedarte ganas de más, porque eres un
volcán; ya de niño me daba cuenta. Ni puedes imaginar las veces que te adoré
cuando todavía jugábamos juntos; ni te imaginas las veces que soñaba contigo y
solamente éramos un par de muñequitos; pero entonces, ya era notable tu fuerza,
tu pasión, tu poder…
Llegaba. Sin darse cuenta, Paco fue acompasando progresivamente
sus gemidos con los de Gustavo, de modo que éste anticipó lo que iba a ocurrir.
Volvió la cabeza a medias, pidiendo permiso al productor, y este asintió. Se
alzó unos centímetros para que Paco saliese de él y le desenfundó con rapidez
el condón. De inmediato, se produjo el orgasmo más violento que Paco recordaba;
al quedar libre el pene de la opresión elástica, las tres semanas largas de
ayuno sexual a que Carmi lo había sometido se convirtieron en un violento
géiser islandés, que brotó generoso produciendo un surtidor impresionante.
-Magnífico –exclamó con admiración el productor.
Paco volvió en busca de la ropa, acompañado de
Joaquín. Se duchó lenta y minuciosamente, porque necesitaba liberar su piel no
sabía bien de qué. Tuvo que apresurarse a vestirse, porque llamaron a la puerta
anunciando que el productor esperaba para pagarle.
Sin apartarse de Joaquín, Paco avanzó contento hacia
la atiborrada mesa de despacho de la entrada. El productor contaba el dinero en
efectivo, en billetes de cincuenta euros. Puso el fajo en las manos de Paco,
causándole una alegría de intensidad imprevista, pues volvía a tener dinero en
el bolsillo después de mucho tiempo.
-La semana que viene, tengo otra película para ti,
si te interesa. Si quieres –siguió, dirigiéndose a Joaquín-, tú también puedes
actuar en esa película
Nunca había pensado Joaquín en que eso fuera
posible. ¿Actuar en una película porno? No podía distraerse de los estudios,
pues ya era un poco mayor porque había fallado en dos cursos. Además, no se
sentía atractivo, al menos, en comparación con su primo. Con sorpresa, escuchó
que este preguntaba:
-¿Actuaríamos juntos los dos?
El productor dudó un instante antes de asentir con
la cabeza.
-¿Y a él le pagaría lo mismo que a mí?
-Supongo que sí, pero tendría que esforzarse.
Paco le dio un codazo a Joaquín, al tiempo que
amagaba una palmada en su culo.
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